TRAVESIA DEL DESIERTO.-
Llevo 2 meses sin abrir el armario para elegir una camiseta de correr, sin calzarme las zapatillas, sin colocarme el reloj mientras intento estirar, sin arrancar, sin chequearme como voy de piernas y de caja, sin adelantar o que me adelanten, sin fijarme en que la camiseta de aquel corredor es de una carrera donde yo también estuve.
Son 8 semanas sin irme fijando en la silueta trasera femenina de aquella corredora cuando me acerco a ella y que al adelantarla giro de refilón la cabeza y pienso ¡¡¡ joder, si encima es guapa!!!, sin olvidarme de parar el crono al dejar de correr, sin buscar un sitio para estirar.
Ya van 60 días sin pasar con cierto recelo cerca de perros, sin calcular ritmos mientras estiro y pensar cuando volveré.
La fascitis tiene la culpa de todo esto y de algo más. No veo final a esta travesía del desierto. Además hay pseudopersonas que al calor de esta lesión y creyéndose conocer perfectamente de mi pasado y poder dirigir mi futuro, te hunden más con comentarios/amenazas apocalípticas no sólo sobre temas deportivos, sino profesionales.
Toda mi actividad runera está suspendida “sine die”, y el único deporte que hago es nadar. Primero he de recuperar la sensación de andar sin dolor, luego pasaré por una cuarentena como margen de seguridad y luego empezaré lentamente; todo esto si no se cumplen aquellas aterradoras profecías ventajistas.
Otra aventurilla que tenía en mente era hacer el Camino de Santiago en bicicleta desde Roncesvalles o Irún. El año pasado lo hice y me cargó de gasolina mental para mucho tiempo, además de gustarme mucho y pasarlo bien. Este año también me ayudaría, además de empezar a ponerme en forma, pero de momento, con rutas hechas y alojamientos mirados está parado, a la espera de mejorar.